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En la Basílica de San Pedro

El Papa a los Misioneros: La Iglesia y el mundo necesitan Misericordia

El Papa Francisco presidió la Santa Misa con los Misioneros de la Misericordia de los cinco continentes, en la Basílica de San Pedro, este martes 10 de abril de 2018.

Martes 10 de abril de 2018

“Ustedes son confirmados en la misión de ofrecer a todos los signos de Jesús elevado de la Tierra, para que la comunidad sea signo e instrumento de unidad en medio del mundo”, lo dijo el Papa Francisco en la Santa Misa con los Misioneros de la Misericordia, celebrada este martes 10 de abril en la Basílica de San Pedro.

En su homilía, el Santo Padre comentando el Libro de los Hechos de los Apóstoles dijo que, ellos daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor y señaló que es precisamente de la Resurrección de Jesús, de donde deriva el testimonio de los discípulos  y, a través de esto, son generados la fe y la vida nueva de los miembros de la comunidad, con su genuino estilo evangélico.

La Resurrección de Jesús fuente del testimonio cristiano

Además, el Obispo de Roma señaló que, las Lecturas de la Misa de hoy hacen emerger bien estos dos aspectos inseparables: el renacer personal y la vida de la comunidad. Dirigiéndose a los Misioneros de la Misericordia, el Pontífice les dijo que el ministerio que desarrollan desde el Jubileo de la Misericordia, es un ministerio que se mueve en ambas direcciones: al servicio de las personas, para “renazcan de lo alto”, y al servicio de las comunidades, para que vivan con alegría y coherencia el mandamiento del amor.

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Para ser testigo hay que “nacer de lo alto”

Asimismo, el Papa Francisco recordó a los Misioneros de la Misericordia que, quien es llamado a dar testimonio de la Resurrección de Cristo debe él mismo, en primera persona, “nacer de lo alto”. De lo contrario, precisó el Papa, se termina convirtiéndose como Nicodemo que, a pesar de ser maestro en Israel, no entendía las palabras de Jesús cuando decía que para «ver el reino de Dios» se necesita «nacer de lo alto», nacer «del agua y del Espíritu». Nicodemo no entendía la lógica de Dios, que es la lógica de la gracia de la misericordia, por la cual quien se hace pequeño es grande, quien se hace último es el primero, quien se reconoce enfermo es curado.

Ser testigos en medio de la Comunidad

La segunda indicación que el Papa Francisco dirigió a los Misioneros de la Misericordia tiene que ver con el servicio a la comunidad. Esto quiere decir, ser sacerdotes capaces de elevar en el desierto del mundo el signo de la salvación, es decir, la Cruz de Cristo, como fuente de conversión y de renovación para toda la comunidad y para el propio mundo. En particular, quisiera subrayar – señaló el Pontífice – que el Señor muerto y resucitado es la fuerza que crea la comunión en la Iglesia y, a través de la Iglesia, en toda la humanidad.

Testigos de la Comunión

Era una comunión que se convirtió en un intercambio concreto de bienes, afirmó el Santo Padre, de modo que “todo era común el uno al otro” y “ninguno de ellos era necesitado”. Este estilo de vida de la comunidad era incluso “contagioso” hacia el exterior: la presencia viva del Señor Resucitado produce una fuerza de atracción que, a través el testimonio de la Iglesia y a través las diferentes formas de anuncio de la Buena Noticia, tiende a llegar a todos, nadie es excluido. De hecho, tanto la Iglesia como el mundo de hoy tienen una necesidad particular de Misericordia porque la unidad deseada por Dios en Cristo prevalece sobre la acción negativa del malvado que aprovecha muchos medios actuales, en sí mismos buenos, pero que, mal utilizados, en lugar de unir, dividen.

Antes de concluir su homilía, el Papa Francisco invitó a los Misioneros de la Misericordia a salir de este encuentro con la alegría de ser confirmados en el Ministerio de la Misericordia. Confirmados, dijo el Papa, sobre todo en la grata confianza de ser ustedes los primeros llamados a renacer siempre de nuevo “desde arriba” del amor de Dios. Y al  mismo tiempo confirmados en la misión de ofrecer a todos la señal de Jesús “elevado” de la Tierra, porque la comunidad sea signo e instrumento de unidad en medio del mundo.

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