Martes 1 de septiembre de 2020
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 31-37
Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”.
Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: “¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!”
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
Palabra del Señor.
El Evangelio de ayer lunes (Lc 4, 16-30) nos hablaba de cómo el Espíritu Santo y la Palabra son la chispa que enciende el fuego de la misión de Jesús y junto con ello hace que la enseñanza de Jesús provoque en la comunidad sentimientos de admiración al inicio para cambiar a la indignación.
El primer milagro en el evangelista Lucas es la expulsión de un demonio. El poder del mal se apoderaba de la gente y las alienaba. Jesús devuelve las personas a ellas mismas. Les devuelve la conciencia y la libertad. Y lo hace por el poder de su palabra: "¡Cállate y sal de él!" Hoy también, mucha gente vive alienada de sí misma por el poder de los medios de comunicación, de la propaganda del comercio y por un fin de cosas que se ofrecen. Vive esclava del consumismo, oprimida por las deudas y amenazada por los cobradores. Piensa que no vive bien si no compra aquello que la propaganda anuncia. No es fácil expulsar este poder que hoy aliena a tanta gente, y devolver las personas a ellas mismas.
Hay un enfrentamiento entre Jesús y el endemoniado propiciado por el mismo espíritu inmundo, debido a la enseñanza de Jesús que son las mismas palabras que había proclamado en la sinagoga de Nazaret: (1) anunciar la Buena Nueva a los pobres, (2) proclamar a los presos la liberación, (3) devolver la vista a los ciegos, (4) devolver la libertad a los oprimidos y, retomando la antigua tradición de los profetas, (5) proclamar “un año de gracia de parte del Señor”. Proclama el año de gracia, un jubileo.
Jesús se enfrenta con una persona endemoniada, puede ser también una entidad, una institución como era la sinagoga, que le reconoce su autoridad: “sé quién eres, el consagrado de Dios”. El demonio conoce a Jesús y es capaz de definirlo como enviado de Dios. Es curioso porque la comunidad de Cafarnaúm se queda desconcertada, admirada, y le reconocen su autoridad. Los de Nazaret quieren despeñarlo.
Jesús se nos presenta también como catequista en el relato. Dice el evangelio que bajó a Cafarnaún donde enseñaba los sábados en la sinagoga. ¿Y cómo daba Jesús sus catequesis? Ante todo, con autoridad, es decir, con credibilidad, porque no llenaba sus predicaciones con palabrería, sino con verdad, con el Espíritu de Dios que es capaz de transformar los corazones. Que septiembre es el mes de la Biblia, podamos en este tiempo cultivar más la lectura y estudio de la Sagrada Escritura, pero sobre todo aprender con ella y desde ella a mirar de manera orante nuestra realidad.
Jesús suscita admiración entre la gente. La actuación de tu comunidad en el sector ¿produce alguna admiración en la gente? ¿Cuál?
Jesús expulsaba el poder del mal y devolvía las personas a ellas mismas. Hoy, mucha gente vive alienada de sí misma y de todo. ¿Cómo devolverlas a ellas mismas?
Fraternalmente, Fr. Isauro Covili.