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HOMILÍA DEL DÍA, Jueves 20 de Agosto- Por P. David Halm

P. David Halm

Jueves 20 de agosto de 2020

Durante mi formación para ser sacerdote, servía en una parroquia rural en el estado de Michigan, EEUU, se llama Saint Mark. El párroco se llamó el Padre Tom y es una leyenda en nuestra congregación Holy Cross por su celo y predica. Pero lo que me impresionaba más que nada ese año de trabajo en Saint Mark fue su estilo de evangelización. Aún como una parroquia muy pequeña cada año tenía varios adultos preparándose entrar la iglesia Católica.

Un ejemplo: recuerdo una charla de catequesis a un grupo de esos adultos y durante el cafecito antes del principio de la charla le pedí a una mujer de –me parecía – 40 años, con tatuajes en sus brazos y piercing en su cara, "¿porque quieres ser católica?" Yo pensaba que, tal vez, fue por una campaña de evangelización en las redes sociales o una nueva iniciativa de la pastoral de la parroquia. La mujer me respondió "trabajo en la estación del servicio donde el Padre Tom busca su bencina. Pagando su cuenta me preguntó dónde es mi iglesia? Le dije que no creo en nada y me invitó a su iglesia. Aquí estoy". ¡Wow! pensé. Le pregunté a otro hombre allí, un joven de 20 y tantos años, la razón que él quiso ser católico y me dijo que fue el mozo en la cafetería donde el Padre Tom tomó café y le invitó pasar a la misa.

En la lectura del evangelio escuchamos de un rey que les dijo a sus servidores: "Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren". Pensé inmediatamente de esta lectura cuando escuché de las historias de esas personas en Saint Mark. El Padre se fue de la parroquia y con cada persona que encontraba le invitaba al banquete del Señor. ¡Maravilloso! Pero es razonable que me pregunte: "haría yo lo mismo? Cuando estoy en Lider o Copec les invito la gente que encuentro a la misa u oración? Les invito a mis colegas en mi oficina o mis cuñados que viven lejos de Dios?" Nosotros católicos no somos tan famosos como los evangélicos por la invitación a los desconocidos y forasteros a nuestras parroquias y oración.

Pero es lo que los apóstoles y primeros discípulos de Jesús hicieron para presentar el evangelio al mundo. No lo realizaron por campañas ni fanci ni complejas. Simplemente les invitaron a los demás a conocerle a Jesucristo. ¿Y que pasó? La Palabra del Señor pasó a los fines de la tierra y la Iglesia creció desde unos cientos a mil millones.

Como los servidores del rey, vayamos a los cruces de los caminos y convidemos todos los que encontramos al banquete de Jesús.

Fr. David Halm

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