Jueves 27 de agosto de 2020
Hoy celebramos Santa Mónica, madre de San Agustín. Sabemos que en su juventud (y aún adulto) Agustín vivía lejos de Dios y sin fe. Buscaba por todas partes la razón en la vida y la verdad. Finalmente, con 31 años el Espíritu Santo lo inspiró que Jesucristo es La Verdad y que la Iglesia Católica es su Cuerpo. Pero igual reconoció que a lo largo de su vida su mamá, tan católica y ferviente en sus oraciones, rezaba por su hijo. Fue la intercesión de esa madre santa, creemos, que lo guió a Cristo.
Por eso leemos esta lectura del Evangelio cada año en el día de Santa Mónica. Leemos que por la compasión de Jesús a la mamá, el niño tiene una nueva vida. ¡Literalmente fue muerto pero se levantó! Puro por el poder de Jesús y su compasión, viendo las lagrimas de su madre.
Como católicos creemos en el poder de la intercesión. Hay gente que nos dice “pero puedo pasar directamente a Dios. No necesito rezar a los santos”. Obviamente. No es que no tenemos acceso a Dios o que Dios no nos ve. Es que sabemos que por la Comunión de los Santos, Dios escucha a nuestras propias oraciones y las suyas. Que importante eso, porque hay gente que no puede rezar por si misma (como el niño muerto en la lectura) y hay gente que no cree ni quiere la oración (como joven Agustín). Pero por el acompañamiento de sus madres santas los hijos recibieron el amor y bendición de Jesús.
Cuantas mamás y papás me dicen que están rezando por sus niños, porque sus niños están sufriendo o aunque sus niños no crean en Dios. Pero ellos siguen rezando porque saben del poder de oración y que Dios los escucha. Tienen confianza que Dios va a bendecirles.
Oremos por nuestros seres queridos que están sufriendo o no tienen fe. Tengamos confianza que, como la de Santa Mónica, nuestras oraciones van a resultar en la sanación, la vida eterna, la conversión. Oremos también por las personas del mundo que no tienen nadie que pueden rezar por ellos y por las pobres almas que están en el purgatorio.
¡Santa Mónica y San Agustín, rueguen por nosotros!
Fr. David Halm