Jueves 6 de agosto de 2020
Dado que hemos leído tantas veces este cuento de la Transfiguración de Jesús (y también habiendo visto tantas imágenes lindas y famosas!) se pierde, un poco, que increíble ese momento para los tres discípulos. El momento fue totalmente fuera de su experiencia e imaginación. En particular para tres pescadores como Pedro, Santiago y Juan ese resplandor de su maestro y ver dos profetas antiguos de su religión era más que su comprensión. Después, escuchar una voz del cielo hablando… ¿Qué sentían en ese momento o que pensaban en ese momento?
Lo sabemos. La reacción inicial es de Pedro: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Es una reacción de maravillarse y deleite. No es de pánico ni huida. Los discípulos ven algo nunca visto en la historia de humanidad, el Hijo del Hombre transfigurado. Pero en lugar de una reacción de miedo y terror es una reacción de pura alegría y deseo de adorar. ¿Por qué? Es Jesús. En ese momento el Padre revela quien es Jesús – su Hijo muy amado– en toda su gloria. Los discípulos sentían y veían la presencia real y gloriosa de Dios. ¡Imagínense!
Estamos en la Presencia Real de Jesús cada vez que lo adoramos en el Santísimo. Obviamente no Lo vemos con nuestros sentidos (es como Santo Tomas de Aquino escribió en su himno Tantum Ergo “sénsuum deféctui” - la incapacidad de los sentidos-) pero sabemos que nuestro Maestro y Salvador es verdaderamente presente en el Santísimo y nuestra reacción es de alegría y maravilla: el Hijo de Dios se queda con nosotros seres humanos. Aunque enfrentamos tantos problemas e inquietudes en el mundo de hoy, nunca nos separamos de Jesús. Él está con nosotros y se queda con nosotros. ¡Maravilloso!
¡Sea alabado Jesucristo, ahora y siempre!
Fr. David Halm