Martes 24 de septiembre de 2024
“Lo repito: Chile no se caerá a pedazos, aunque a veces nos lo parezca. Lo sé por su gente. El amor a la vida está presente en los millones de chilenos y migrantes que se vuelcan con lo mejor de sí y de sus tradiciones a santuarios como Lo Vásquez, Yumbel, el Cerro San Cristóbal, Teresita de los Andes, la Tirana, Andacollo, Santa Rosa de Pelequén y a las calles con la Virgen de Coromoto, con el Señor de los Milagros, con la Virgen de Copacabana y con nuestra querida Virgen del Carmen, Reina y Madre de Chile, así como domingo a domingo a Misa o al culto.
Qué hermosa la cultura cristiana que anima los fundamentos de la sociedad: cada domingo y en cada peregrinación o procesión millones de personas en las calles y ni un vidrio roto, ni un solo acto de violencia, ni un rayado en las paredes. Sí, ese es el ethos de Chile, ese es el fruto del Espíritu Santo que habita en nuestro pueblo, ese es su patrimonio animado por la certeza de que Jesucristo estará con nosotros hasta el fin de los tiempos, y que, cansados y agobiados, podemos reposar en Él porque Él nos dará alivio.
Nos comprometemos públicamente a cumplir nuestra tarea de anunciar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de promover incansablemente la paz y de ayudar al débil y al necesitado. Las Iglesias al contemplar a su maestro Jesús, el mismo ayer, hoy y siempre, aspiran a que su horizonte sea el pobre, el humillado, el que no tiene voz, el que está cansado y agobiado. Sabemos que en Él encontraremos reposo. Siempre, cuando el bien de las personas se vea amenazado, alzaremos la voz por todos aquellos que no tienen voz. Desde los niños no deseados en el vientre de sus madres hasta los ancianos descartados que dan su último respiro.
Hoy hablan por nosotros las obras sociales que acogen, amparan, cuidan y promueven al desvalido, al pobre, al abandonado. Hablan por nosotros los ancianos postrados que cuidamos con amor y que, incluso en medio de las dificultades, aman intensamente la vida y esperan serenos y confiados como dicen ellos “Que Diosito me lleve”. Hablan por nosotros las instituciones que cuidan a las embarazadas con dificultades, y que con apoyo espiritual, sicológico, médico, social y económico sacan adelante sus embarazos y abrazan a su hijo con la sonrisa que sólo una madre es capaz. Hablan por nosotros los más pobres de los pobres, los migrantes que encuentran en nosotros apoyo, seguridad y un defensor seguro frente a los vientos de xenofobia que se perciben.
Todos ellos seguirán hablando porque les prestaremos nuestras manos y nuestra voz hasta que la civilización del amor sea nuestra patria, y la solidaridad la norma; donde podamos salir a la calle sin temor y donde el otro sea nuestro amigo y hermano y no alguien del que tengamos que defendernos. Nunca nos olvidemos que más allá de nuestras legítimas diferencias, somos hermanos porque tenemos un mismo Padre, un Padre Nuestro, al que millones de chilenos le reza a diario. Encomendemos al Señor y a la intercesión de Nuestra Señora del Carmen para que nos regale el don de la unidad y podamos gritar todos juntos a una sola voz ¡Viva Chile!”
Para https://www.iglesia.cl/documentos_sac//14092024_450pm_66e5e902c82c9.pdf