Miércoles 3 de abril de 2019
“Con el lema ‘Servidor de Esperanza’, pude dar otro paso en el camino del diálogo interreligioso con nuestros hermanos musulmanes, recordando aquel encuentro entre san Francisco de Asís con el sultán al-Malik al-Kamil hace 800 años, y el viaje del Papa Juan Pablo II hace más de tres décadas”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del primer miércoles de abril de 2019, explicando su 28° Viaje Apostólico a Marruecos, realizado el pasado 30 y 31 de marzo.
En su catequesis, el Santo Padre agradeció a Su Majestad el Rey Mohammed VI y a las demás autoridades marroquíes por la cálida acogida y por toda la colaboración, especialmente al Rey, que ha sido muy fraterno, muy amigo y cercano. “Doy gracias sobre todo al Señor – precisó el Pontífice – que me ha permitido dar un paso más en el camino del diálogo y del encuentro con los hermanos y hermanas musulmanes. Mi peregrinación siguió los pasos de dos santos: San Francisco de Asís y Juan Pablo II. Hace 800 años Francisco llevó el mensaje de paz y fraternidad al sultán Al-Malik Al-Kamil; en 1985 el Papa Wojtyła hizo su memorable visita a Marruecos, después de haber recibido al Rey Hassan II en el Vaticano, el primero entre los Jefes de Estado musulmanes”.
El Papa Francisco interviniendo espontáneamente, se preguntó: Pero ¿por qué el Papa va a los musulmanes y no sólo a los católicos? ¿Por qué hay tantas religiones? “Con los musulmanes – subrayó el Pontífice – somos descendientes del mismo Padre, Abraham”. ¿Por qué Dios permite que existan tantas religiones? Pero, Dios quiso permitir esto: los teólogos Escolásticos decían las volutas permissiva de Dios. Él quiso permitir esta realidad: hay muchas religiones que algunas nacen de la cultura, pero siempre miran al cielo, miran a Dios. Pero lo que Dios quiere es la fraternidad entre nosotros y de manera especial – por eso, este Viaje – con nuestros hermanos, hijos de Abraham, como nosotros, los musulmanes. No debemos tener miedo de la diferencia: Dios lo ha permitido. Pero sí, debemos tener miedo si no trabajamos por la fraternidad, para ir juntos en la vida.
En este sentido, el Santo Padre dijo que, fue una alegría y un honor poder hacerlo con el noble Reino de Marruecos, encontrando a su pueblo y a sus gobernantes, con quienes hemos recordado algunas importantes cumbres internacionales celebradas en ese país en los últimos años, y con el Rey Mohammed VI reafirmamos el papel esencial de las religiones en la defensa de la dignidad humana y la promoción de la paz, la justicia y el cuidado de la creación, nuestra casa común. “Servir la esperanza quiere decir crear puentes entre las civilizaciones y, junto con el rey Mohammed VI, reiteramos que las religiones son esenciales para defender la dignidad humana, promover la paz y el cuidado de la creación. De forma conjunta, hicimos un llamamiento por Jerusalén, para que sea preservada como patrimonio de la humanidad y lugar de encuentro pacífico, de modo particular para los fieles de las tres religiones monoteístas”.
El sábado – explicó el Pontífice – visité el mausoleo de Mohammed V y rendí homenaje a su memoria como a la de Hassan II; además estuve en el Instituto de formación de los imanes y predicadores, que promueve un islam respetuoso y rechaza la violencia y el integrismo. De manera especial, presté atención a la cuestión migratoria, ofreciendo un camino a través de cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.
Por ello, he prestado especial atención a la cuestión de la migración, tanto hablando con las autoridades como especialmente en el Encuentro dedicado a los migrantes. “Algunos de ellos han testificado que la vida de los que emigran cambia y vuelve a ser humana cuando encuentran una comunidad que los acoge como personas. Esto es fundamental. En Marrakech, Marruecos, el pasado mes de diciembre se ratificó el “Pacto Mundial por una Migración Segura, Ordenada y Regular”. Un paso importante en el asumir la responsabilidad de la Comunidad Internacional. Como Santa Sede hemos ofrecido nuestra contribución que se resume en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.
En este sentido, el Papa Francisco dijo que, la Iglesia en Marruecos está muy comprometida con la cercanía a los migrantes y por ello quise agradecer y animar a aquellos que generosamente se ponen a su servicio realizando la palabra de Cristo: “Fui forastero y ustedes me acogieron”. “No me gusta decir migrantes; me gusta decir personas migrantes. ¿Saben por qué? Porque migrante es un adjetivo, en cambio las personas son sustantivos. Nosotros hemos caído en la cultura del adjetivo: usamos muchos adjetivos y a menudo olvidamos los sustantivos, es decir, la sustancia. El adjetivo debe ir unido a un sustantivo, a una persona, es decir, no a un migrante: una persona migrante. Así hay respeto. Para no caer en esta cultura del adjetivo que es demasiado líquido, demasiado gaseoso”.
El domingo estuvo dedicado a la comunidad cristiana. Visité el Centro Rural de Servicios Sociales, gestionado por las Hijas de la Caridad; después en la catedral de Rabat tuve un encuentro con sacerdotes, personas consagradas y el Consejo ecuménico de las Iglesias. La presencia de ellos en ese país es como la sal o la levadura que puede dar sabor y hacer crecer la masa. Concluí mi visita con la celebración de la Eucaristía en la que participaron miles de personas de unas 60 naciones diferentes, siendo esta una epifanía particular del Pueblo de Dios en el corazón de un país islámico.
Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. “Pidamos que Dios, el Clemente y Misericordioso –como lo invocan nuestros hermanos musulmanes, alentó el Papa – impulse el diálogo interreligioso y fomente los lazos de fraternidad que nos unen como hijos de un mismo Dios”.